martes, 31 de julio de 2012


Maximón, Santo protector del lago

 Entre todas las tradiciones orales que provienen de las culturas indígenas de Guatemala, siempre han prevalecido las historias de Deidades protectoras. Este es el caso de Maximón, el Santo Protector del Lago de Atitlán...

Entre todas las tradiciones orales que provienen de las culturas indígenas de Guatemala, siempre han prevalecido las historias de Deidades protectoras. Este es el caso de Maximón, el Santo Protector del Lago de Atitlán.

No hay que confundir a Maximón de Santiago Atitlán que tiene raíces tzutuhiles  con San Simón de San Andrés Itzapa Chimaltenango, quien es un santo popular peregrino surgido a finales del siglo XIX. Maximón refleja con su tradición, la cosmovisión maya antigua, representa la fertilidad ancestral prehispánica y simboliza los orígenes mágicos antiguos de las tradiciones y costumbres guatemaltecas.

Cuenta la historia, que en Santiago Atitlán hace muchísimo tiempo, existieron unos “atitecos” provenientes del País del Agua, quienes eran capaces de profetizar y adivinar muchas cosas, pero sobre todo, la llegada de las lluvias.

Estos eran seis hombres que poseían poderes sobrenaturales muy extraños y mantenían inquietos a todos los pobladores de la región, quienes creían que eran seres malignos enviados por los españoles para controlar a la población.

Un día, se unieron para realizar cierto ritual sagrado para controlar el agua y vengarse de quienes habían traicionado a su pueblo y los habían mandado a un exilio forzoso a la tierra de Atitlán. Estos verdugos de los seis hombres eran los colonizadores españoles.

Estando a orillas del lago de Atitlán, realizaron su magia y la recién fundada ciudad de Guatemala asentada en el valle de Almolonga, fue reducida a escombros por una enorme torrentada de agua que estos señores enviaron para cobrar venganza.Desde entonces la paz se respiró nuevamente en la región sololateca de Atitlán, pues los seis señores demostraron que su intención era proteger sus tierras.

Estos hombres, iban muy seguido a la ciudad de Santiago de los Caballeros, hoy Antigua Guatemala ya que el lugar, era el mejor punto para poder comercializar sus cosechas. En uno de esos viajes de trabajo, a uno de los seis hombres le dijeron que su esposa se encontraba en su casa y que mantenía relaciones amorosas con otro hombre. El señor no se inquietó con la  noticia y agradeció la información con un amigable saludo y un trago de ron.

El hombre decidió regresar a su casa antes de lo estipulado para poder sorprender a su mujer. Y así fue, al llegar la esposa se sorprendió tanto y le dijo a su enamorado que se escondiera debajo del tapesco. Cuando el esposo de la infiel mujer entró a su casa, le dijo:

—No te preocupes mujer, así como el creador nos perdona los pecados, así perdono yo la imprudencia que están cometiendo los dos. Diciendo esto, el hombre gracias a sus poderes sobrenaturales pudo darse cuenta que el amante de su esposa estaba escondido debajo del tapesco y le dijo: — ¡Sal amigo! No tengas miedo, que yo te perdono al igual que a mi esposa, ven y acepta esta comida que tengo para ustedes.

El hombre llevaba en su morral, pan, licor y chocolate para compartir con ellos una cena amistosa. El amante no salía de su escondite, pero ante la insistencia del amigable hombre, por fin salió. Degustó de la comida que amablemente le fue brindada por el hombre mágico y se retiró. Ya cuando iba a algunos pasos de su casa, el hombre salió a gritarle: — ¡No te preocupes amigo, eres libre de venir cuando quieras a mi casa, eres mi amigo y siempre serás bienvenido! Y así terminó el agitado día.

Pasó el tiempo y todo seguía transcurriendo en su habitual armonía, hasta que un día cuando regresaron los seis hombres de sus acostumbrados viajes comerciales, fueron alertados por todos sus vecinos de que tuvieran cuidado porque sus mujeres, todas, estaban con otros hombres en sus casas. Ellos respondieron:

—Gracias, ya lo sabíamos y esta vez sí vamos a hacer algo. Los seis hombres ya reunidos, pensaron en crear un vigilante para sus tierras y sus mujeres. –Debemos crear un santo, un vigilante que cuide nuestros aposentos mientras nosotros no estamos; debe ser un santo, pero un santo que hable, como los santos de nuestros antepasados lo hacían; y que camine, como los santos de nuestros antepasados lo hacían.

– ¿De qué material lo hacemos? ¿De pino? ¿De ciprés? ¿De gravilea? ¡De cedro! El cedro es una madera mágica y perdurable, por eso todos los santos están hechos de cedro.

Entonces se dirigieron al cerro Kalshaum,  que no estaba lejos de Santiago y buscaron a un ancestral y robusto árbol de cedro. Cortaron con sus afilados machetes el cedro y con cada machetazo que le daban, rezaban y hacían rituales sagrados mayas.

Hicieron una figura con pies, manos y cuerpo. Lo vistieron y le colocaron una máscara. Haciendo esto le dijeron: “Serás tú, creación nuestra, quien se quedará aquí y cuidara de nuestras tierras y nuestras mujeres; Caminarás y andarás con nosotros como si fueras uno más”.

 Desde entonces, se veía caminar a la figura entre la gente a veces como hombre y a veces como una hermosa mujer de pelo rubio que era molestada siempre por los piropos y enamoramientos de los hombres de la comarca. Cuando era mujer y se acostaba con un hombre, éste aparecía muerto al día siguiente o enfermaba hasta morir.

Cuando era hombre, salía por las noches y seguía a las mujeres que le eran infieles a sus maridos y las castigaba cruelmente con enfermedades incurables o una trágica muerte. Los habitantes de Santiago Atitlán empezaron a darse cuenta de las cosas que hacía la figura y decidieron destruirla cortando la cabeza del palo de cedro, pero nunca pudieron, el santo ya era demasiado poderoso.

Después de todo esto para evitar cualquier represaría de la figura, los seis hombres decidieron darle el rostro de Judas y los habitantes lo comenzaron a llamar “Maximón”. Desde ese entonces su día se celebra el miércoles santo y protege las siembras, las cosechas y la pureza del lago. Protege también a las mujeres fieles y a las infieles las castiga.

Se dice que si se le pide el amor de una persona, Maximón se lo  concede. Pero si existe algún acto de infidelidad, castiga cruelmente. Es común que los habitantes de Santiago Atitlán le regalen camisas, como en la antigüedad lo hacían los tzutuhiles. Si la camisa se la regala alguien que esté cometiendo actos de infidelidad, ésta se destruye quedando inservible.

Desde su hogar, la cofradía de Santiago Atitlán, Maximón protege a sus habitantes, quienes le realizan a diario cientos de ofrendas.